Administra sabiamente lo que Dios te dió
En el Evangelio de Lucas, capítulo 16, encontramos dos parábolas que nos hablan acerca de un hombre de negocios y otro hombre lleno de riquezas. En la primera historia, el hombre de negocios cuenta con un administrador que al parecer no ha hecho bien su trabajo (Lucas 16:115).
En la segunda historia vemos a un joven rico que usa sus bienes para saciar sus propios deseos (Lucas 16:19-31).
Estas parábolas deben ser vistas a través de los ojos de Jesús, quien tenía una misión muy clara. Él vino a ayudar a los ciegos, a los atados, quebrantados y heridos; vino a proclamar libertad (Lucas 4:18-19).
Todos sus recursos y esfuerzos estaban claramente dirigidos a cumplir su propósito.
De la misma forma como la primera parábola nos habla de un administrador al que se le pide cuentas de lo que ha hecho, también nosotros tenemos cosas terrenales a nuestra disposición, y de las cuales tendremos que rendir cuentas.
Ya sean riquezas, tiempo, talentos, energía, como mayordomos de Dios estamos llamados a administrar todas estas cosas en beneficio de nuestro amo celestial. Pertenecen al Señor, pero Él ha puesto todos estos recursos en nuestras manos.
La segunda historia tiene un enfoque eterno. Esta parábola nos dice la verdad sobre el fuego del infierno, la condenación eterna, la retribución eterna y el tormento eterno.
Quizá lo peor del destino eterno es que el hombre rico conserva su memoria. Lo atormentará por la eternidad no haber vivido de una mejor manera, prestando atención a las Escrituras y compartiendo el corazón de Dios a su prójimo.
Por lo tanto, esta parábola también es una buena ilustración de un hombre que no quiso administrar sus riquezas para la misión del reino de Jesús.
A menudo encontramos estos contrastes en la vida. Vemos a aquellos que usan su tiempo, dinero y bendiciones solo para ellos mismos.
También vemos a aquellos que consideran que su tiempo, sus dones y su dinero son tan ajenos como propios. Nuevamente nos encontramos con el desafío que Lucas nos presenta continuamente: ¿Te unirás a Jesús en su misión y usarás tu tiempo, dinero, energía y bendiciones de acuerdo a su voluntad? ¿O considerarás todas esas cosas como tuyas y las gastarás en tus propios placeres desenfrenados?
Pon toda tu vida y todo lo que tienes a disposición del Señor hoy. Queremos que nuestro amo celestial vea lo que hicimos con lo que nos dio y lo apruebe, diciendo: “Bien, buen siervo y fiel”.
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